Poner
al máximo nuestras potencialidades naturales es tarea del
entrenamiento, del esfuerzo. Los antiguos lo llamaban "virtud", o sea la
fuerza de carácter que desde el fondo mismo de la naturaleza nos
impulsan hacia desafíos superiores. El doping participa de la sociedad
artificial, del consumismo que transforma la competencia en
competitividad.
El
doping ataca la lealtad deportiva, daña la salud y es un precursor más
de la violencia, pero fundamentalmente daña la sustancia misma del
deporte, competencia, competencia en fair play o quizás la filosofía
misma, aquélla que menciona al deporte como escuela de vida.
El doping es una conducta de riesgo, que puede llevar a la adicción, la cual es una enfermedad crónica, progresiva y terminal.
La
educación desde el club se hace necesaria para completar los déficit de
la vida familiar y de la escolaridad. Para ello el club como
organización desde su cúspide dirigente, debe ser de cuidado del ser
humano; de lo contrario los clubes se convertirán en duplicados de la
violencia social.
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